lunes, noviembre 08, 2010

Just Married (3ª parte)

Después de esta grata sorpresa atendimos gustosamente (al final ya acabas hasta el gorro) a los compromisos con el Photo-call y posamos con todos aquellos que nos lo pedían. Creo recordar que nos hicimos fotos hasta con turistas que paseaban por la Magdalena y se creían que esto formaba parte del circuito turístico.

Con tanta foto y nerviosismo mi garganta me pedía a gritos la ingesta de cualquier tipo de líquido para aliviar su estado de sequedad, y a poder ser cerveza o vino ya que estábamos de celebración.

El aperitivo no empezaba hasta las 8 de la tarde y, en compañía de algunos invitados, nos acercamos al bar más próximo para hacer el primer brindis por los novios de los muchos que hicimos ese día.
Cuando nos disponíamos a ir hacia el hotel para iniciar el aperitivo quiso aparecer, de forma tímida, el único invitado que no queríamos ese día: la lluvia, y que ya nos acompañó lo que quedaba de jornada.

Ya convertido en marido y mujer hicimos nuestra entrada en el hotel donde nos esperaban todos los invitados para empezar la verdadera celebración.

Fue una noche mágica, de risas, emociones y mucha pero mucha felicidad compartida con los amigos, la familia y una buena dosis de comida y alcohol.

Mucha gente nos dijo antes del enlace que sería un día que se te pasa volando sin darte cuenta, de gran intensidad, emotividad y alegría a raudales. Les doy toda la razón.

Por razones obvias el 9 de octubre de 2010 pasará a mi historia y se mantendrá en la portada de mi álbum de vivencias personales.

P.D. !!La próxima entrega: Luna de miel… esto promete!!

Just married (2ª parte)

Otro momento de sensaciones extrañas. Mi madre y yo hablando de cómo teníamos que entrar a la sala (quien cogía a quien, por dónde, de qué lado…) y mi futura esposa observándonos desde los cristales tintados del coche.

Por fin nos llaman para que hagamos acto de presencia en la sala repleta de invitados (no olvidaré esa imagen en mi vida) y avanzamos para allá. Ya sentados sólo quedaba esperar a la entrada de la novia de la mano se su padre. En milésimas de segundo las notas musicales de “Over the rainbow” desviaron la mirada de los invitados y la mía hacia la puerta. Allí estaba ella, mi casi ya esposa, luciendo espectacular, preciosa, deslumbrante y con un semblante feliz y sonriente que consiguió calmar un poco mi exagerado nerviosismo.

La luz que desprendía su mirada y su belleza me volvieron a cautivar, como lo habían hecho años antes la noche que Cupido unió nuestras vidas (bueno Dionisio también ayudó, ya me entendéis).

La ceremonia civil en si no pasará a la historia y en un plis plas ya nos habíamos convertido oficialmente en marido y mujer. ¡Qué bien suena, jajaja!

Después de las primeras felicitaciones empieza el show de las fotos, primero nosotros bajando por las escaleras, y luego saliendo del Palacio.

Allí llegó la primera sorpresa de la velada. Los amigos de Santander habían contactado con un grupo de “Jota montañesa” que nos iban a dedicar unos bailes. Fue un momento precioso, perfecto para el escenario donde estábamos y un tributo a la tierra que vio nacer a mi mujer. Yo seguía con mis nervios, que por suerte iban desapareciendo, y no sabía si bailar, tocar las palmas o mirar a los invitados que nos rodeaban formando un enorme circulo.

To be continued…

Just married (1ª parte)

Aunque hace unos años parecía una misión imposible, por circunstancias de la vida y mi manera de ser, ya lo puedo anunciar a los 4 vientos: me he casado (y encima con una mujer fantástica e increíble que me tiene loquito).

Tras más de año y medio de espera, que se pasó bastante rápido, el pasado 9 de octubre se produjo el tan ansiado episodio. El lugar elegido (bueno fue un poco casual también) no podía ser más privilegiado: el Palacio de la Magdalena de Santander.

A pesar de ser una persona aparentemente muy nerviosa conseguí calmarlos hasta pocos minutos antes de la ceremonia civil. Tantas veces me habían preguntado en las semanas previas si estaba nervioso, y cómo es que no lo estaba, que al final me vinieron todos de golpe.

Media hora antes del enlace yo ya andaba dando vueltas y saludando a los invitados que iban llegando y se acercaban a saludarme. Sin darme cuenta los nervios empezaron a hacer acto de presencia y en pocos minutos la corbata empezó a oprimirme la garganta y la boca dejó de salivar. ¡Qué sensación más extraña! Los nervios no querían faltar a nuestro enlace y llegaron sin avisar.

No fui el único que notó que los nervios habían hecho acto de presencia ya que fui la comidilla de los invitados hasta casi terminar la ceremonia civil. Nunca he sabido disimular mi estado nervioso y ese día menos.

Por suerte poco después de las seis de la tarde el responsable de protocolo hizo entrar a los invitados a la sala y nos quedamos solos mi madre y yo, frente a frente con el coche de la novia.

To be continued…