martes, marzo 04, 2008

Pintar que??

Por una vez ,y que no sirva de precedente, me alegro de no formar parte de un colectivo, en este caso, el de aquellos inquilinos que al alquilar un piso deben afrontar el duro trance de pintarlo.

Aunque no estaría de más que le hubiera hecho una pasada con la brocha blanca a alguna pared, he tenido la inmensa suerte de encontrar un piso amueblado y sin la necesidad de armarme el mono de pintor. Digamos que no soy precisamente un Goya ni un Miquel Angelo (lo digo por la Capilla Sixtina).

Sobra decir que nunca he afrontado ese trámite y viéndolo en la piel de quien lo sufre, no descarto contratar una brigada de pintores que se lo "pulan". No penséis que lo digo a la "tun tun" sino que el pasado fin de semana lo sufrí parcialmente en mis carnes en calidad de "pinche" de pintor.

Mi primo mayor se ha alquilado un piso nuevo y con la excusa de enseñármelo me engatusó para tenerme metido allí toda la tarde del viernes. Qué si visita al supermercado a comprar material de limpieza para su nido, que si bajamos a la plaza universidad a castigar su tarjeta de crédito con una pila de botes de pintura, brochas, cinta, protegesuelos… hasta sumar un montante final que me dejó la mandíbula harto desencajada.

Además, mi primo, terco como una mula, osaba discutirle al dependiente las cantidades de pintura, que el opinaba que era poca y el de la tienda todo lo contrario. Hasta consiguió que si nos sobraba pintura la podíamos devolver y nos reintegraba parte de su precio. Poca gente tan enrollada encuentras atendiendo de cara al público hoy en día.

Una vez ya teníamos todo el material, y lo que costó meterlo en el coche, ponemos nuevamente rumbo a su piso. Cristian, todo generosidad, me ofrece que le limpie el baño, ni que estuviéramos en la mili, oferta que rechacé con habilidad.

A contraprestación me encarga de la escoba, el recogedor y su hermana la fregona. Y todo eso antes de pintar. Pim pam, pim, pam y el suelo del piso tan limpio que daba para comer en el. Pensando que mi misión ya había llegado a su fin, mi primo me señala una cinta. Para que será, me preguntaba.

Pues bien sencillo ya que debía proteger los zócalos de toda la casa de las posibles manchas de pintura. Parecía que había pocos pero, cual Gremlins cuando los mojas, se reproducían y aparecían por toda la casa.

Ni corto ni perezoso tome posición y tumbado en el suelo fui colocando la cinta en los márgenes de los zócalos. Habían pasado más de 4 horas y la brocha ni olerla, seguía inmóvil en una bolsa, deseosa de estamparse contra la pared.

Con la tontería del Gremlin zócalo, me tiré largo rato recorriendo las paredes de la casa como quien busca tesoros. Para más guasa, mi primo, cuando fui a ver como iba la pintura el domingo, critico mi tarea con la cinta aduciendo que había sido poco preciso.

Cuando ya pensaba que me merecía un descanso en forma de cervecita en un bar, me mira y me dice: -Aún no estamos, falta el plástico para proteger el suelo/parqué recién estrenado de las manchas.

Para pocos trotes estaba yo pero me avine a ayudarle (cuando uno es de buena pasta, es lo que tiene) y ya me ves otra vez tumbado en el suelo colocando el plástico.

Así que en casi cinco horas que me estuve en casa de mi primo no olí la pintura ni por asomo, y eso que me había vestido para la ocasión, y las brochas ni catarlas. Ni decir tiene que los huesos no agradecieron mis continuas visitas al suelo ni mis posiciones aerodinámicas para colocar la cinta.


1 comentarios:

Blogger Enric Tomàs ha dicho...

Dius que vas anar a pintar... com va fer l'Arnau en la història de fa tres posts.... quina casualitat.

4:53 p. m.  

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