viernes, enero 25, 2008

Bricoenvidia


Una vez más me doy cuenta que no soy perfecto y que tengo mis limitaciones. Por mucho que me fijo y que no me pierdo ni una sola entrega de Bricomania, no sirvo para el bricolaje.

Un nuevo episodio acontecido ayer por la noche me demostró que soy poco menos que negado para estos lances. Encontrándome yo en la cocina dispuesto a tender la colada, y superado el reto de poner la lavadora, oí un ruido metálico procedente del otro extremo de la sala.

Me giro y compruebo alucinado como saltan los dos ganchos de plástico que aguantaban el radiador de la pared, y como este se vence hacia el suelo. Buff, que estruendo se hizo al caer. Eran poco más de las 12 de la noche y justo iba a meterme en la cama, pero va a ser que no.

Mi primera reacción fue acordarme de todos los santos y observar detenidamente el estado de la cuestión. Localicé los ganchos que se hallaban unos metros más allá y me acerqué a los otros radiadores de la casa para ver como se aguantaban. Nunca me había fijado en ellos ya que me limitaba a comprobar si calentaban o no. Miento, una noche intenté vaciar los radiadores de aire y deje las paredes perdidas de agua al más puro estilo Picasso.

Si al hecho de ser poco manitas, le sumamos que sólo dispongo de la caja de herramientas (kit de supervivencia) que vende el IKEA en oferta, la situación pintaba un pelín oscura.

Cual McGyver miré que no hubiese alguna pieza de recambio en un improvisado trastero que tienen montado. No chance, ni rastro de nada parecido que pudiera ayudarme a sujetar el radiador a la pared (pesa lo suyo que lo levanté unas cuantas veces). Mis únicas armas eran un rollo de cinta adhesiva blanca que no hubiera aguantado ni una soplada y un bote de SuperGlu3.

A la desesperada me dispuse a intentar pegar los dos ganchos al mecanismo que los sujeta a la pared. Parecía fácil pero el pegamento se escapaba por todas partes, se me enganchaban los dedos y cuando, por fin, pude tenerlos quietos y más o menos secos, se caen otra vez por el peso del radiador. Lo probé cinco o seis veces pero no hubo manera. A todo esto tenia las manos que parecían un puzzle, llenas de pegamento, plástico y papel.

Prueba que prueba, engancha que cae, ya eran más de la una y el radiador seguía más cerca del suelo que de la pared. A la mañana siguiente iría a buscar los recambios para engancharlo bien, pero debía dejarlo como más recto mejor para que no tirará de los tubos que lo conectan con la calefacción central.

Conseguí mi objetivo gracias a una pequeña mesa de cocina, la escalera para subirme a los sitios y dos banquetas. Todo esto colocado de forma estratégica consiguieron hacer de tope y que el radiador quede colgando pero sin apenas estirar los tubos.


En el momento que escribo estas líneas aun tengo restos de mi aventura nocturna entre los dedos (que manera más tonta de pasar la somnolencia).

Lo que me hubiera gustado ayer ser uno de esos bricoaficionados que abren el cajón y te hacen una chapucilla en un plis plas, pero me tendré que conformar con pedir ayuda a los que son más hábiles que yo.

1 comentarios:

Blogger RosaMaría ha dicho...

jajaja... qué buen relato, no le falta nada. La inteligencia se demostró al encontrar el apoyo justo para el aparato en cuestión. No todos podemos hacer todo, es decir, nadie puede hacerlo. Me diste una idea... Voy a contar mi experiencia descongelando la nevera la verás si pasas por mi blog dentro de unos días. Pongo los relatos en otro. Un abrazo y felicidades por tu buenísima descripción.

4:55 p. m.  

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