Gestos que matan
(Cuento urbano)
Gélido mediodía del mes de diciembre. La andana de la parada de ferrocarriles de la Universitat Autònoma está llena a rebosar. Es viernes y se nota en el ambiente que los estudiantes arden en deseos de volver a sus casas. La Navidad está cercana. Toni y Alicia se mezclan entre la multitud esperando la llegada del tren. Llevan cuatro años cogiendo el tren y ya saben en que punto exacto para cada puerta de los vagones. Los dos compañeros charlan animadamente sobre sus planes para los días de asueto navideño. Justo media hora antes brindaban con su grupo de Historia para felicitarse las fiestas. Los picnic son un clásico entre las distintas mesas del bar de Humanidades y las camareras participan del jolgorio.
De fondo se vislumbra la llegada del ferrocarril. Todos toman posiciones. Nadie quiere quedarse fuera y esperar 12 minutos más aguantando el fío glaciar. Por fin frena, codazos y corredizas para ocupar los pocos asientos libres que quedan. El tren venia lleno de Sabadell. Los dos "historiadores" asumen que tendrán que hacer el trayecto de pie y se acomodan como pueden al lado de las puertas. Alicia es más afortunada ya que baja en Sant Cugat. Son sólo tres paradas. Charlan animadamente cuando de repente Toni observa que, justo delante suyo, un chico le hace gestos señalando la parte metálica que cierra la bragueta del pantalón. Sorprendido por su osadía, y pensando que había ligado con un miembro de su mismo sexo, Toni pone cara de póquer, disimula como sino se hubiera enterado, y sigue conversando. Alicia no se da cuenta ya que le da la espalda al chico.
El individuo insiste otra vez con una sonrisa y repitiendo sus gestos. La sorpresa inicial se turna en un leve mosqueo ya que Toni no entiende que le esta insinuando y evita mirarle a la cara. El paisaje es sobradamente conocido después de cuatro años de viajes y aburre. Un par de veces esta a punto de atreverse a gritar "tío, que no me va el rollo, que no entiendo de eso". Afortunadamente Ali permanece al margen de esta escena.
Gestualizando y evitando las miradas llegamos a Sant Joan, la parada anterior a Sant Cugat. Ali se prepara. Justo en ese momento se gira y se percata de los gestos "obscenos" del otro chico. Como un resorte se despide de él, le guiña el ojo de forma pícara como diciendo "ya has ligado chaval", le desea felices fiestas y se aleja entre la marabunta que desciende del vagón.
Centésimas de segundo después, Toni, desesperado, intenta vislumbrar un asiento libre lejos del acosador. Imposible, la gente se le anticipa. En ese momento, el chico se le acerca.
-Perdona, pero llevo rato haciéndote gestos y avisándote.
-Si, lo he visto, pero de que va todo esto? No entiendo
-Pues mira, quería avisarte que llevas la bragueta abierta y que no estabas dando buena imagen a la chica que te acompañaba.
-Ups, no me había dado cuenta. Gracias por avisar.
En la siguiente parada, el chico baja. Toñin, como le gustaba llamarle su madre cuando era un enano, permanece inmóvil, y pensando que un gesto más, y se hubiera encarado con el acosador, que sólo cumplía con el detalle de avisarle de su pequeño descuido "braguetil". Hay gestos que, malinterpretados, pueden llegar a situaciones rocambolescas.
Gélido mediodía del mes de diciembre. La andana de la parada de ferrocarriles de la Universitat Autònoma está llena a rebosar. Es viernes y se nota en el ambiente que los estudiantes arden en deseos de volver a sus casas. La Navidad está cercana. Toni y Alicia se mezclan entre la multitud esperando la llegada del tren. Llevan cuatro años cogiendo el tren y ya saben en que punto exacto para cada puerta de los vagones. Los dos compañeros charlan animadamente sobre sus planes para los días de asueto navideño. Justo media hora antes brindaban con su grupo de Historia para felicitarse las fiestas. Los picnic son un clásico entre las distintas mesas del bar de Humanidades y las camareras participan del jolgorio.
De fondo se vislumbra la llegada del ferrocarril. Todos toman posiciones. Nadie quiere quedarse fuera y esperar 12 minutos más aguantando el fío glaciar. Por fin frena, codazos y corredizas para ocupar los pocos asientos libres que quedan. El tren venia lleno de Sabadell. Los dos "historiadores" asumen que tendrán que hacer el trayecto de pie y se acomodan como pueden al lado de las puertas. Alicia es más afortunada ya que baja en Sant Cugat. Son sólo tres paradas. Charlan animadamente cuando de repente Toni observa que, justo delante suyo, un chico le hace gestos señalando la parte metálica que cierra la bragueta del pantalón. Sorprendido por su osadía, y pensando que había ligado con un miembro de su mismo sexo, Toni pone cara de póquer, disimula como sino se hubiera enterado, y sigue conversando. Alicia no se da cuenta ya que le da la espalda al chico.
El individuo insiste otra vez con una sonrisa y repitiendo sus gestos. La sorpresa inicial se turna en un leve mosqueo ya que Toni no entiende que le esta insinuando y evita mirarle a la cara. El paisaje es sobradamente conocido después de cuatro años de viajes y aburre. Un par de veces esta a punto de atreverse a gritar "tío, que no me va el rollo, que no entiendo de eso". Afortunadamente Ali permanece al margen de esta escena.
Gestualizando y evitando las miradas llegamos a Sant Joan, la parada anterior a Sant Cugat. Ali se prepara. Justo en ese momento se gira y se percata de los gestos "obscenos" del otro chico. Como un resorte se despide de él, le guiña el ojo de forma pícara como diciendo "ya has ligado chaval", le desea felices fiestas y se aleja entre la marabunta que desciende del vagón.
Centésimas de segundo después, Toni, desesperado, intenta vislumbrar un asiento libre lejos del acosador. Imposible, la gente se le anticipa. En ese momento, el chico se le acerca.
-Perdona, pero llevo rato haciéndote gestos y avisándote.
-Si, lo he visto, pero de que va todo esto? No entiendo
-Pues mira, quería avisarte que llevas la bragueta abierta y que no estabas dando buena imagen a la chica que te acompañaba.
-Ups, no me había dado cuenta. Gracias por avisar.
En la siguiente parada, el chico baja. Toñin, como le gustaba llamarle su madre cuando era un enano, permanece inmóvil, y pensando que un gesto más, y se hubiera encarado con el acosador, que sólo cumplía con el detalle de avisarle de su pequeño descuido "braguetil". Hay gestos que, malinterpretados, pueden llegar a situaciones rocambolescas.
3 comentarios:
Jajaja... divertida anécdota muy bien contada, vas llevando al lector manteniendo el interés. Felicidades.
Gracias Rosamaría, celebro que te haya gustado ya que espero haber recreado el espíritu de la anécdota!
felicies fiestas!
Mi curiosidad me lleva a mirar enlaces en los mails que llegan, y zas (surprise!) me vi interlinkado y pensando si debiera ser discreto o saludar; saludo pues (es de buena educación);
Así pues "saludos cordiales" de la otra mitad del "duo gafas"
interesting your blog!
(pasaba por aquí)
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