miércoles, noviembre 07, 2007

Marchando una de EPO

Hoy me ha dado por ser valiente y saldré del armario. Lo reconozco públicamente: yo también me dopo. Cada vez que voy a hacer deporte, no es muy a menudo, meriendo a base de croissant, bocadillo y un botellín de Actimel que debo esconder cuando me toca competir en gimnasios internacionales.

La razón de mi atrevida confesión ha sido el último caso conocido, hasta la fecha, de deportista que ha reconocido doparse para mejorar su rendimiento. La semana pasada, la tenista Martina Hingis, hasta hace un par de años número uno indiscutibles del circuito femenino, dio una rueda de prensa para anunciar su retirada. El motivo aducido fue que se la acusa de dar positivo en un control por cocaína y que ante la dificultad de cambiar el veredicto con un contraanálisis y la posible sanción que se le iba a imponer, prefería apartarse del mundo de la raqueta profesional.

La verdad es que no me imagino que ventaja pueda tener tomar cocaína antes de un partido de tenis ya que puede provocarte cualquier tipo de reacción menos la adecuada para afrontar dos o tres horas de intercambios de golpes. Por lógica, y según mis conocimientos de la materia, la capacidad de concentración se reduce hasta la mínima expresión y el silencio de la pista puede desatar un sinfín de pensamientos absurdos y paranoicos (como sucede con el cannabis).

Hace tres años, el gimnasta Gervasio Deferí también fue descalificado y desposeído de sus medallas tras dar positivo en cannabis unos meses antes. Tampoco me imagino intentar saltar el potro o ponerme a dar volteretas con la tontería que produce el porro, ya que acabaría sacando hasta la primera papilla o de bruces contra el suelo.

Sobra decir que la losa del dopaje ha caído en los últimos años sobre el noble y sufrido deporte del ciclismo. Poco o mucho ya se intuye que correr 21 días seguidos, con sólo dos de descanso, y hacer más de 200 km diarios no lo aguantas sin ayudas extras. Los ciclistas se entrenan y están en forma pero yo necesitaría dosis prohibitivas de EPO, reflex, coca-cola, y lo que me pongan por delante.

La lista de flamantes ganadores de Vueltas ciclistas envueltos en el dopaje, o en rumores, es inacabable: Pantani, Rijs, Indurain, Armstrong, Heras, Landis, Rasmussen y hasta el actual vencedor del Tour, Alberto Contador no se ha salvado de las malas lenguas.

Considero que la mayoría toman medicamentos o productos que les otorgan un punto más para dar pedaladas un día tras otro, y algunos hasta se juegan la vida con la transfusión de sangre. Se me pone mal cuerpo sólo de pensarlo.

Con doping o sin el, las etapas de montaña son un espectáculo. Ver como se atacan y el pelotón se va reduciendo a medida que aumenta la pendiente, como el líder se descuelga con cara amarga y la cámara le sigue a pesar que no pueda con su alma. Vibro desde el sofá cuando las veo. Desde aquí reivindico más etapas de montaña y menos llano ( que aburrido es el Mundial de ciclismo cuando se limitan a dar vueltas a un circuito urbano, por Dios!!!)
Veremos el año que viene, con la aplicación de un carné de idoneidad por parte de la Unión Ciclista Internacional, que ciclistas se presentan a la línea de salida. Ya me veo yo con mi bocata calamares y mi botellín de Actimel. Ya sólo de pensar en ponerme el maillot apretado y el culotte me entra la risa. Ala, marchando una de EPO!!

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